viernes, 11 de octubre de 2019

Cartas de los prisioneros del "Huáscar"

 [Oleo del Combate Naval de Angamos]

A bordo del «Copiapó», Mejillones, Octubre 9 de 1879—Señor don Julio Octavio Reyes.—Iquique o Arica.—Mi querido amigo Reyes. Bajo la impresión todavía atormentadora del combate de ayer le dirijo estas líneas.

La suerte nos fué adversa en el combate i no podia ser de otro modo, desde que combatimos contra toda la escuadra enemiga, inclusive sus dos poderosos blindados.

Nuestro querido Huáscar sucumbió ante la fuerza numérica i nada mas.

Cumplimos con nuestro deber hasta última hora, hasta que la dotación de nuestro buque estaba diezmada, los jefes muertos i mis compañeros lo mismo o heridos.


El desastre es grande, pero grandes han sido también nuestros esfuerzos para defender nuestra bandera.

En medio de nuestra fatalidad podemos repetir como el monarca francés: todo se ha perdido menos el honor.

Por hoi no puedo darle pormenores sobre nuestro combate, pero lo haré si puedo i me permiten mas tarde.

Todos sentimos su quedada en Iquique, pero después de lo que nos ha pasado nos alegramos—Al no haber usted muerto, habría quedado en la misma triste condición de nosotros i sufriendo inmensamente al recordar nuestro desastre, que lamentamos no por nosotros sino por nuestra querida patria.

Como mi idolatrada madre estará angustiada por saber de mí, le adjunto para ella una carta i espero que la entregue inmediatamente si va al Callao o se la mande con alguna persona amiga suya.

Yo quedo prisionero a bordo de este buque i no sé adónde nos llevan.

Murió nuestro querido comandante, lo mismo que el segundo Elias Aguirre i el teniente 1.° Meliton Rodriguez—Távara, Enrique Palacios, Ugarteche, Carvajal i casi todos los oficiales, heridos. Su amigo.—FERMÍN DIEZ CANSECO.
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A bordo del "Blanco Encalada" en camino para Mejillones.—Octubre 8 de 1879.—Señor don Miguel Rotalde.—Mi querido papá: No todas las veces la suerte nos habia de ser favorable: hoi nos ha sido adversa.—Despuésde un combate de dos horas i media hemos sido vencidos por los dos blindados Blanco Encalada i Cochrane. Los pocos que hemos podido salvar de esta terrible lucha, nos encontramos albergados ya en uno como en otro buque, i hoi la amabilidad i buen trato de nuestros hospedadores nos permite dirijamos las noticias sobre nuestra supervivencia a nuestras familias.

Como supongo la inquietud de usted, me anticipo a darle estas noticias bien desagradables por cierto; pero qué se va a hacer! no hai mas que resignarse.

Dele usted mis recuerdos a mis hermanos: mas tarde seré mas esplícito: lo que es ahora me falta el tiempo i el cuerpo está algo maltratado.

No será de mas que le indique que tanto el comandante Grau como el segundo Aguirre, han muerto dignamente en el combate.

Siempre suyo i hasta nueva oportunidad se despide su amoroso hijo, FELIPE M. ROTALDE.
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Mejillones de Bolivia, a bordo del «Blanco. Encalada.»—Octubre 8 de 1879.—Querida madre:—Hoi, después de un combate largo con los blindados chilenos, hemos sido vencidos i he caido prisionero a bordo de este buque.

Te dirijo ésta para que no te alarmes al saber la noticia.

No la escribo porque estoi con la fuerte irritación a la vista: en el otro correo seré mas detallado.

Ha muerto mi apreciable amigo Grau, Aguirre, que era el segundo, i varios oficiales i tripulantes cuyo número no sé aun a cuánto llega.

Hazme el favor de ir donde Rosaura i enséñale ésta para que salga de cuidados.

Sin otra cosa, recibe el cariño de tu hijo.—MANUEL MELITON CARVAJAL.
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«Blanco Encalada» Octubre de 1879.—Querido papá: —Me encuentro en este momento a bordo del Blanco, después de un bárbaro combate entre el Cochrane, Blanco i Huáscar, que fué tomado; comandante Grau, Aguirre, teniente Ferré, Rodríguez, muertos. Heridos mucho mas de 60; yo herido en la cabeza i pies, pero mui leves arañones.

Para el próximo vapor te daré mas datos.

Saluda a todos i tú recibe el corazón de tu hijo.

Todos se han portado mui bien, como peruanos.—FEDERICO SOTOMAYOR.
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CARTA DEL DOCTOR TÁVARA.

A bordo del «Cochrane,» Octubre 8 de 1879.—Querido Ignacio:—Hoi, después de un desesperado combate, he caido prisionero de guerra. Estoi herido, pero me cuidan mucho i creo que podré salvar bien. Trata de ver a mis hijos i a Juana Rosa i consuélala; ten cuidado, no sepa nuestra madre mi condición, pues sufriría mucho i talvez la perderíamos.

Sin mas, hermano, recibe un abrazo de tu amante hermano.—SANTIAGO.

P. D.—Enrique Palacios está conmigo: se encuentra grave.
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CARTA DEL TENIENTE CANSECO.

A bordo del «Copiapó,» Mejillones, Octubre 9.—Señora Isabel C. de Diez Canseco.—Mi adorada mamá:—Estoi prisionero; no sé dónde me llevarán, pero supongo es a Valparaíso.

Consuélese i crea usted que a cada instante pienso en todos.—FERMÍN.
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Octubre 8 de 1879.—Querida mamá:—Supongo que te encuentres mui asustada, i te envío estas cuatro líneas para sacarte todo el susto.

Te daré la fúnebre noticia de la muerte de nuestro querido jefe, el comandante Grau.

No puedes figurarte el número de balas que recibimos.

Yo estoi bien: solo he recibido dos astillazos mui leves.

Saludo a todos.Tu hijo que te quiere.—DOMINGO VALLE RIESTRA.
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CARTA DEL ALFÉREZ DE FRAGATA HERRERA.

A bordo del «Blanco Encalada,» Mejillones, Octubre de 1879.—Querida Rosa:—El Huáscar lo perdimos. Estoi bueno i prisionero en este buque.

He cumplido hasta el último con mi deber, como oficial i como caballero.

No necesito de nada. Nos llevan a Antofagasta: si estoi bueno es milagrosamente: de los oficiales solo hemos quedado cuatro. El comandante Grau i su segundo muertos, lo mismo que casi todos los oficiales.

El combate fué con toda la escuadra, inclusive los dos blindados.—Tuyo.—RICARDO.
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El mayordomo del señor Enrique Palacios ha escrito la siguiente esquela a la referida madre del referido oficial.

A bordo del «Cochrane,» Mejillones 10.

Ya usted sabe, señorita, que estoi cumpliendo su encargo de acompañar al señor Enrique. Ahora estoi a bordo del Cochrane, i su comandante el señor Latorre ha ofrecido que no me separará de su lado.

No tenga usted, pues, cuidado: sus heridas son leves i quedará sano antes de veinte días, en la semana entrante.

Es probable que me vaya con él al Callao i allí sanará mas pronto.—JOSÉ FÉLIX TORRES.
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CARTA DEL ASPIRANTE SOTOMAYOR.

San Bernardo, Octubre 15 de 1879.—Querido papá:

Desde el Blanco Encalada i con fecha 8 del corriente, te escribí cuatro letras bajo la mas terrible impresión: acababa de pasar por uno de esos tremendos episodios de la vida, en donde había visto desaparecer a tanto valiente, dignos de mejor éxito, a nuestro bravo i querido almirante, i a nuestros mas distinguidos jefes, después de haber hecho todo lo posible por defender nuestro pabellón, i solo sucumbimos cuando era materialmente imposible toda resistencia, como lo verás por los pormenores que paso a referirte.

El 28 de Setiembre, como tú bien sabes, zarpamos de Arica con el Rimac para Iquique. Después que desembarcó las tropas, salimos i lo dejamos en Pisagua, tomamos en convoi con la Union rumbo Sur abriéndonos de la costa hasta 28 millas i por último hasta 60 para no ser vistos de tierra ni por los vapores de la carrera.

Ya estábamos a la altura de Coquimbo cuando distinguimos un humo por la proa a diez millas mas o menos, i creyendo fuera un trasporte enemigo fuimos sobre él a reconocerlo i resultó ser el vapor Chala; pero como este reconocimiento tuvo lugar cerca de tierra, nos vieron desde Sarco i tuvimos que entrar a ese puerto, donde tomamos una goleta i la mandamos al Callao con un oficial de la Union i mi compañero Rivera, aspirante del Huáscar.

De este puerto salimos directamente a Coquimbo, a donde entramos sin encontrar buques enemigos, pues solo habia dos buqnes de guerra norte-americanos; entonces, viendo que no teníamos que hacer en este puerto, nos dirijimos mas al Sur i entramos en el de Tongoi, en donde encontramos al vapor del estrecho, i nos comunicó que los chilenos habían desembarcado tropas cerca de Iquique i que a la fecha estarían batiéndose.

Al momento que supo esto nuestro querido contra-almirante, salimos proa al Norte, abiertos de la costa, i cuando estábamos a 50 millas de Antofagasta, nos fuimos pegando a tierra hasta entrar al puerto; pero la oscuridad de la noche nos impidió ver tres trasportes que estaban fondeados. Salimos de este puerto con rumbo N. 5.* E. para tomar el fondeadero de Iqnique, navegando tranquilamente, cuando se vieron tres humos que nos perseguían: eran el Blanco, la Covadonga i el Matias; tratamos inmediatamente de arrancar lo mas fuerte posible, i viendo que ya no era dable que nos dieran caza, acortamos nuestro andar; mientras tanto habían mandado al Matias a Antofagasta a dar la noticia.

Telegrafiaron a Mejillones, donde se encontraban el Cochrane, O'Higgins i Loa, i salieron éstos a nuestro encuentro. Tres horas después distinguimos tres humos por la proa: eran los tres buques de la segunda división. Nos abrimos al O., pero el Blanco lo habia hecho también i ya nos fué imposible evitar el combate, sobre todo escasísimos de carbón como nos encontrábamos, con el mui preciso apenas para llegar a Iquique sin hacer mucha fuerza.

En esta situación, la disyuntiva era terrible: si corríamos hacia el Sur, indudablemente nos faltaba el carbón i éramos perdidos; así, pues, nos resolvimos al combate, repito, con la seguridad de sucumbir antes que rendirnos i contando únicamente con la Providencia i el heroísmo de los valientes jefes i tripulantes del Huáscar. La lucha era inmensamente desigual.

A pesar de que nuestros elementos eran infinitamente pequeños comparados con los del enemigo, sin embargo, todos serenos i en sus puestos ansiaban el momento de sacrificarse por nuestra patria. Al Cochrane lo teníamos ya a tiro de cañón; tocaron zafarrancho i todos llenos de entusiasmo fueron a sus puestos. Mientras alistamos el timón de combate nos ibamos aproximando a tierra.

Al fin el Huáscar rompe los fuegos disparando los dos primeros cañonazos sobre el Cochrane, el cual no contestó i solo cuando estuvo a mil yardas mas o menos nos hizo tres disparos, uno de los cuales entró por nuestra proa en el blindaje en la sección de la torre, matando a tres hombres e hiriendo a cinco; las astillas se introdujeron entre las ruedas de la torre, entorpeciendo sus movimientos i perdimos un tiempo precioso en aclararla.

Un momento después entró una granada por la popa rompiendo los guardianes del timón i matando a diez hombres; se compuso éste i pocos instantes después otra granada rompió los aparejos del timón i mató a siete hombres; otra entró en la torre, rompió un muñón del cañón de la derecha, quedando por consiguiente inutilizado; sacó de combate a toda la jente e hirió al bravo teniente Palacios; después entró otra por la popa, rompió el timón, dejando a nuestro buque sin dirección a merced de las aguas, despedazado, i con solo un cañon continuamos haciendo un fuego desesperado sin la menor esperanza de salvación; pero todos en medio de este hacinamiento de cuerpos humanos i de charcos de sangre, llenos de valor i entusiasmo, preferíamos sucumbir antes que rendirnos. La tercera bomba fué la que penetró por la torre del comandante, matando instantáneamente a nuestro valiente, digno i querido contra-almirante; esta misma mató al teniente Ferré. Después entraron como quince bombas mas en el blindaje, ocasionando la muerte de mas de cuarenta de nuestros bravos tripulantes e hiriendo a mas de sesenta, entre los cuales he tenido la gloria de ser uno de ellos i derramar mi sangre en defensa de mi patria. Una de las bombas llevó la cabeza a nuestro segundo comandante i mató al teniente Rodríguez. La driza de nuestro pabellón fué rota dos veces i otras tantas vuelto a izar. La torre quedó inutilizada, no viraba, tenia rotas varias ruedas. Un cañón de cubierta fué partido por la mitad; el buque no tenia dirección; no teníamos cañones para defenderlo; nuestros principales jefes muertos heroicamente o fuera de combate; la tripulación diezmada; no teníamos rifles ni cápsulas, pues las granadas que habían penetrado por la popa habían destrozado la mesa i armeros, destruyendo todo. Las piezas de la máquina se habían aflojado de tal modo, que a cada disparo se paraba i era necesario empujar a mano el caballo para que jirase.

En este estado el combate casi fué cuerpo a cuerpo: solo distábamos diez a quince metros, teniendo a nuestra popa a estribor al Cochrane, el cual viendo que ya no hacíamos fuego ni podíamos movernos nos creyó rendidos i arriando sus botes se dirijíeron a nuestro monitor. Al instante el teniente Gárezon, comandante en ese momento de nuestro destrozado Huáscar, mandó defender el abordaje, pero ya todo era inútil, no teníamos ni hombres, ni armas; entonces mandó abrir las válvulas, cuya orden se ejecutó inmediatamente, i cuando nuestro buque tenia ya como tres pies de agua, varios maquinistas enemigos saltaron a la máquina i obligaron a un fogonero ingles que se hallaba abajo a cerrarlas, lo que consiguieron desgraciadamente.

Pidieron a sus buques bombas para achicar el buque que de un momento a otro se iba a pique, pues el agua ya penetraba por los forados del. casco. Tres minutos mas i hubiéramos evitado la triste desgracia de que nuestro heroico Huáscar cayera en manos de nuestros enemigos.

¡Qué hemos de hacer! todos hemos cumplido dignamente nuestro deber, i hemos combatido hasta no poder mas en una lucha tan desigual, sucumbiendo heroicamente,uno tras otro, nuestros valientes jefes i compañeros! 

Momentos después fuimos embarcados en sus botes. ¡Qué trance tan terrible!...

Yo salí herido en la cabeza i en las piernas: son heridas gloriosas i de las que felizmente estoi mui mejor. No te alarmes por mí, pues quien se ha batido en el Huáscar puede impunemente soportar los rigores del cautiverio. Aunque joven, he aprendido a ser hombre, i ¡quién no aprovecha de las lecciones i del ejemplo que nos ha legado nuestro lamentado jefe!

Nos tratan bien. Estamos en una casa-quinta en San Bernardo, precioso lugar a inmediaciones de Santiago.

Muchos amigos tuyos han venido a verme o me han escrito ofreciéndome toda clase de servicios; hasta ahora no he aceptado ninguno. Algunos me han ofrecido llevarme a su casa en Santiago, tampoco he aceptado: no quiero ni debo separarme de mis compañeros de infortunio.

No tengo tiempo de escribir a mis hermanas, abrázalas a mi nombre.

Saludos para la familia i amigos de tu hijo, que te abraza de corazón.—FEDERICO SOTOMAYOR I VIJIL.
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CARTA DE DAZA A LA-PUERTA.

Arica, Octubre 13 de 1879.—Excmo. Jeneral don Luis La-Puerta, Vice-Presidente del Perú, Lima.—Mui apreciado amigo i jeneral: Estrecho con toda efusión sus manos porque considero a usted mas retemplado en su patriotismo, mas entusiasta en sus propósitos, con el terrible golpe que acabamos de sufrir con la gloriosa pérdida del Huáscar.

Creo que es ahora cuando debemos manifestarnos a la altura que nos llama la actualidad, no abatiéndonos por un contratiempo i mas bien sí probando que somos dignos jerentes de pueblos tan abnegados, resignados i patriotas como lo son Perú i Bolivia.

Así, pues, sin desmayar un ápice de nuestro entusiasmo i antes sí retemplando nuestro patriotismo, me honro en repetirme su amigo respetuoso, obsecuente servidor.—HILARIÓN DAZA.

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 506.

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