lunes, 7 de octubre de 2019

Gloria i Castigo: la caida del Monitor Huáscar

 [Fotografia del Monitor Huáscar en la actualidad]

(Editorial de El Mercurio.)

Por fin el Huáscar, el poderoso monitor peruano que por tanto tiempo se burlara de nuestro poder marítimo, atacando alevosamente nuestras débiles embarcaciones i huyendo siempre a la vista de nuestros blindados, encontró en el dia de ayer i en las aguas de Mejillones el tremendo castigo que merecía.

Después de un corto, pero rudo combate, combate que indudablente no sospechó, acostumbrado como estaba a no pelear sino con barcos de madera o trasportes de comercio, tuvo que rendirse arriando humildemente ese mismo pabellón que el 21 de Mayo hizo flamear tan orgulloso al viento mientras el nuestro se hundía en los abismos para cubrir con su estrella inmaculada el cuerpo de los héroes de aquella jornada homérica.


¡Terrible justicia de Dios!

En menos de seis meses han desaparecido las dos mas fuertes naves de la que se decia formidable escuadra; en ese mismo corto tiempo el Perú, que se reía de nuestra pobreza comparándola con la abundancia de sus recursos, ha visto huir de sus arcas hasta el último escudo; i sus gobernantes, impotentes por completo para procurarse fondos en el interior i desprestijiados hasta no más para inspirar confianza en el estranjero, han tenido que apadrinar el robo ofreciendo a los ojos del mundo un espectáculo de que no habia ejemplo.

I todo esto, que es ruina i deshonor irreparables, se ha cumplido en menos de lo que tarda la tisis galopante en matar a un viejo carcomido por las escrófulas.

Hé ahí lo que es esa nación contra la cual ha desenvainado Chile su espada no pudiendo por mas tiempo ser el juguete de sus acechanzas i felonías.

Pero el castigo ha comenzado ya, i cuando Dios dispone que los pueblos sufran la pena de sus abominaciones, todo esfuerzo es vano para evitar el cumplimiento de su sentencia.

El Perú está irremisiblemente condenado a padecer i padecerá. Sí, padecerá por su soberbia, por su envidia, por su doblez que no le han permitido guardar lealtad a nadie.

Con Colombia, que fué su libertadora, no ha podido ser mas ingrato. Bolívar murió en la persuasión de haberle dado independencia mereciendo solo esclavitud.

Con Chile ¿para qué hablar? su conducta no ha sido mas que un sempiterno tejido de engaños i vilezas.

En 1820 O'Higgins le envia escuadra i ejército para salvarlo del yugo colonial, i su agradecimiento fué el renegar de tan jeneroso servicio acusando a San Martin i a Cochrane de haberle hecho mas mal que el que le hicieron los españoles.

En 1838 Chile vuelve a enviar sus soldados para libertarlo de Santa Cruz, que con el título de gran protector ejercía allí una dictadura ignominiosa, i el pago ya se vio, lo estamos viendo ahora mismo.

¿Con quién el Perú no ha sido ingrato, ruin, desleal? 

Es justo, pues, que pague sus culpas i de modo que le sea imposible volver a cometerlas.

Es casi seguro que la pérdida que acaba de esperimentar con la rendición del Huáscar, que era todo su poder marítimo, lejos de hacerle cobrar mayor brío, como nos  habría sucedido a nosotros en análogo caso, le sumerja en el mas profundo desaliento.

También es probable que Bolivia con un fracaso semejante concluya por persuadirse de que lo único que puede esperar de su aliado es participar de su derrota, la cual le quitaría todo derecho i toda esperanza a la compasión de.Chile.

En cuanto a.nosotros, el camino de la victoria está ya completamente espedito; no falta sino seguirlo para obtenerla espléndida.

I los que han abierto ese sendero son nuestros bravos marinos.

¡Honor, eterno honor a ellos!

La patria agradecida tiene ya sus nombres en letras de oro escritos, i nuestros nietos aprenderán en ellos, como en una Biblia del patriotismo, a amar i servir a Chile como lo amaron i sirvieron sus heroicos padres.

¡Noble Arturo Prat, estás vengado!

Tu sombra ha debido aparecerse aterradora sobre la cubierta del Huáscar al izar éste la bandera de rendición.

¡Terrible espectro!

Pero Grau no estaba allí; la muerte fué jenerosa con él ahorrándole ese tormento.

Piedad para su nombre, murmuran nuestros labios; se la dará Chile, i es seguro que cuando celebre mañana el triunfo de Angamos, una lágrima amargará los cánticos de gozo.

Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 539.

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