[Dibujo de soldado chileno]
El Capitán X.—mui conocido en el Ejército por su nombre verdadero—tenia por asistente a un soldado que era una maravilla de roto i de asistente.
—¡Cabo Rojas!—gritaba el Capitán.
I Rojas, que no era cabo sino en promesas i refrán, aparecía como lanzado por un resorte de teatro, la diestra en el filo de la vicera i en la costura del pantalón el dedo menor de la mano izquierda.
—Se necesita, señor Rojas, una friolera: vaya Ud. i busque por ahí unos diez pesos; porque ya estamos a ocho del mes i esta noche... pero nada tiene Ud. que saber, i largo de aquí a lo dicho.
I si Rojas no arrancaba en volandas, alcanzábale de seguro un par de puntapiés, bota de caballería, doble suela, número cuarenta, que era lo que calzaba el Capitán.
—¡Cabo Rojas!—gritaba el Capitán.
I Rojas, que no era cabo sino en promesas i refrán, aparecía como lanzado por un resorte de teatro, la diestra en el filo de la vicera i en la costura del pantalón el dedo menor de la mano izquierda.
—Se necesita, señor Rojas, una friolera: vaya Ud. i busque por ahí unos diez pesos; porque ya estamos a ocho del mes i esta noche... pero nada tiene Ud. que saber, i largo de aquí a lo dicho.
I si Rojas no arrancaba en volandas, alcanzábale de seguro un par de puntapiés, bota de caballería, doble suela, número cuarenta, que era lo que calzaba el Capitán.