[Panorámica de Pallasca en la actualidad]
Los cholos de ese pueblo celebraban a San Juan, fiestas que duran hasta el fin del mes, i, encopados como se hallaban, recibieron a sus antiguos huespedes en actitud estraordinariamente belicosa.
Los soldados del señor Cruz habian ya armado pabellones en el cuartel i preparaban el rancho para el resto del ejército, cuando sienten una gritería atronadora: era el pueblo que se levantaba en masa, armado de garrotes, piedras i cimbradoras i trataba de descuartizarlos.
Tal actitud era incomprensible, pues ese mismo pueblo habia recibido antes a la división Gorostiaga con vítores i hurras.
¿Qué ocasionaba el trastorno?
Lo siguiente:
Cáceres, seguro de destruir con sus tres mil i tantos hombres la división Gorostiaga, habia enviado emisarios a todos los pueblos, diciéndoles que la victoria estaba de parte del Perú, i que si algunos derrotados llegaban allí, no les dieran cuartel i los asesinaran como a perros, i si así no lo hacían, serian considerados traidores a la patria i confiscados sus bienes.
Los habitantes de Pallasca creyeron que las compañias al mando del señor Cruz eran fujitivos, i quisieron aplastarlos como a zapos, a garrote i con las enormes piedras que les enviaban sus cimbradoras.
Mui caro les costó el error, porque el señor Cruz dio orden de hacer fuego, i quedaron mas de ciento sesenta vecinos muertos en las calles, entre ellos seis de los cabecillas.
Del Talca hubo tres heridos con arma blanca í un contuso, el capitán ayudante de la comandancia, don Santiago Herrera, que recibió una pedrada al salir del pueblo a dar parte de lo que sucedía, al jefe de la división.
Este alcanzó a oír los tiros i alijeró el paso.
El castigo a los rebeldes debia ser ejemplar, a fin de que no se repitieran iguales hechos en otras poblaciones. Tan pronto como llegó, hizo fusilar a siete cabecillas i obligó a los habitantes mas robustos a cargar a los heridos i a los enfermos de la división.
En la misma noche el ejército se puso en marcha i se hospedó a orillas de un rio, en un sitio pantanoso, donde fué casi imposible dormir por el hielo i la humedad; pero era el único punto libre de una sorpresa.
En Mollepata se le tenia preparado igual recibimiento que en Pallasca. Previendo esto el jefe, mandó decir al alcalde que si hacia resistencia, daria orden de bombardear la población.
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo VII, Imprenta i Lib. Americana de Federico T. Lathrop, Valparaiso, 1890, P. 170.
Fuente: Valenzuela, Raimundo del R., La Batalla de Huamachuco, Imprenta Gutenberg, Santiago de Chile, 1885, P. 16.
Eran irregulares y según la ley de la guerra, podían ser reprimidos duramente.
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