viernes, 6 de mayo de 2022

La salvación de la Covadonga

 
[Maqueta de la goleta cañonera Covadonga, conservada en el antiguo Hospital Naval Almirante Nef, hacia 1960. La primera piedra de este centro asistencial se puso el 21 de mayo de 1920 y entró en servicio en diciembre de 1927; el 9 de febrero de 1933 se le dio el nombre de Almirante Nef. En la década de 1950 se le construyeron nuevas dependencias.]
 
El 23 de Mayo de 1879 el pueblo de Antofagasta como los ciernas de la República estaba pendiente del resultado de la espedicion de nuestra escuadra en los puertos del Norte del Perú, a donde habia ido a buscar a la escuadra enemiga, según noticias se tenian. 
 
El jeneral en jefe habia ordenado tuviese lugar una gran revista en el lado Sur de esta población. Cuando las tropas regresaban, aparecía por el Norte de la bahía, por la punta Tetas, un vapor que se conocía se apresuraba a llegar al fondeadero. 
 
Pronto se vio que era el Lámar i la jente se agrupaba en el muelle deseosa de adquirir noticias. 
 
Después de una larga hora se desembarcaron algunos de sus tripulantes, dando la noticia de un combate en Iquique, asegurando que la Covadonga se habia batido con la Independencia, la cual se encontraba encallada i que aquella después de cañonearla habia vuelto en protección de la Esmeralda que se encontraba batiéndose en la rada de ese puerto i que parecía que ésta había volado prendiendo fuego a su Santa Bárbara. 
 
Esta relación concisa i conforme de todos los tripulantes que habían desembarcado, no dejaba satisfecho los ánimos. 
 
Apesar de esa conformidad se dudaba de la veracidad de la relación, i por muchos cruzaba la idea de que ambos buques habían sido víctimas de la alevosía peruana, i aun se llegaba a criticar la conducta del Lámar, simple trasporte, por haber abandonado a sus compañeros. 
 
Los corazones patriotas se sentían halagados con la noticia de que la Esmeralda, antes que rendirse, hubiese preferido volar por los aires dejando muí en alto el pabellón tricolor, i el nombre de Manuel Thomson, a quien se creia su comandante, corría de boca en boca como el de un héroe. 
 
La impaciencia por adquirir mas detalles de este gran acontecimiento, se reflejaba en todos los semblantes i no se encontraban como proporcionárselos de una manera rápida. 
 
Muchos pasaron en vela i observaban la bahía con la esperanza de que algún otro emisario como el Lámar, llegase a sacarnos de las dudas e intranquilidad jeneral. 
 
Por fin a las tres de la tarde del 24, el jeneral en jefe recibía un telegrama del Carmen Alto, (antigua oficina salitrera, distante de este puerto 25 leguas, hasta donde llegaba el telégrafo) del comandante de armas de Caracoles en que se le avisaba que por propio llegado de Tocopilla se sabia que la Covadonga habia arribado a ese puerto llena de averias, las que se estaban reparando como lo permitían los recursos de la localidad, después de dejar completamente perdida la Independencia que habia encallado en Punta Gruesa i que la Esmeralda se habia hundido en el Océano con su enseña al tope al mando del capitán Arturo Prat, que el comandante Condell pedia se le auxiliase mandando un trasporte para darle remolque. 
 
El pueblo conmovido recibía en medio del mas grande entusiasmo esta noticia. Un coloso habia sido vencido i anonadado por la intelijencia i pericia de los oficiales chilenos. 
 
El jeneral en jefe ordenó la salida inmediata del Itata i Rimac que habían llegado en esa mañana, en protección de la Covadonga. 
 
¿Cómo el jeneral habia recibido la noticia de este hecho glorioso perfectamente detallado i pudo prestar auxilios inmediatos a la Covadonga? 
 
Este es precisamente nuestro objeto al escribir este artículo. 
 
El 24 del mes que tenemos apuntado, llegaba a mata caballos un propio a Caracoles mandado por el comandante de armas de Tocopilla, para que inmediatamente le fuese enviado al jeneral en jefe a Antofagasta. 
 
En ese, momento estaban reunidos el teniente coronel don Joaquín Cortés, comandante de armas don Enrique Villegas, subdelegado de Caracoles i ex-Cónsul de Chile i don Juan Francisco Campaña, vecino entusiasta i patriota de ese mineral. 
 
El propio dio a estos caballeros en parte las noticias que debia contener la nota de que era portador, de modo que inmediatamente se calculó la gran importancia del documento que se acababa de recibir. Se trataba de mandarlo a Antofagasta de tal manera que llegase lo mas pronto posible. Se calculaba que remitiéndolo directamente se emplearían lo menos quince horas i en este tiempo el glorioso buque podía ser sino atrapado por nuestros enemigos, a lo menos inutilizado. 
 
El tiempo era precioso, i se entabló una discusión entre los señores Villegas i Campaña por una parte, sosteniendo que dado el caso, era deber del señor Cortés proceder a la apertura de la nota i por telégrafo desde Carmen Alto, adonde se podía llegar en cinco horas, trascribirla al jeneral Arteaga, i el señor comandante de armas que opinaba debia enviarse la nota cerrada a Antofagasta, pues seria faltar a sus deberes militares llevar a efecto la indicación que se le hacia. Después de mucho discutir i escudado el señor Cortés en las razones espuestas para insistir en su negativa, el señor Villegas, en un momento de inspiración patriótica, antes que aquél pudiera impedírselo, rompió el sobre de la nota en la cual se pedían prontos auxilios i se daba cuenta del combate. 
 
Llevada a efecto la apertura de esta nota inmediatamente se madó un propio a Carmen Alto, el cual vino a adelantar las noticias como diez horas, i de consiguiente la salida del Rimac e Itata de la rada de Antofagasta con una diferencia de quizás diez horas. 
 
Ahora bien, el Rimac tomó a remolque a la Covadonga el dia 24 poco mas al Sur de Tocopilla; el Itata, al mando del capitán Stewart, siguió mas al Norte, i cuando se divisaba solo un pequeño humo en el horizonte, este intelijente marino, que tantos servicios ha prestado al pais, dio la voz de alarma a bordo de su buque. Muchos no creyeron en la efectividad del hecho, i aun se sintieron lastimados en su amor propio por la insistencia del señor Stewart, teniendo éste que convencerlos por medio de una maniobra, que consistió en poner proa hacia el Oeste, i habiendo tomado el buque que se divisaba la dirección en el sentido de cortarlo, todos los que se encontraban a bordo tuvieron que convencerse de que el capitan Stewart tenia razón, tanto mas cuanto que mui pronto se notó que se trataba de darles caza, pues el vapor en lontananza marchaba con toda rapidez. El Itata puso proa directa Inicia el Sur i dio todo su andar. El Huáscar hacia otro tanto. 
 
A la altura de Mejillones los buques se encontraban en la siguiente situación: Huáscar al Norte, Itata frente a Mejillones i el Rimac al Sur de esta había con la Covadonga a remolque i con un andar de siete a ocho millas, de tal manera que el segundo veia al primero i al tercero i el Huáscar no divisaba a la Covadonga. 
 
Felizmente para nosotros, calculando el comandante Grau la inutilidad de perseguir al Itata, pues no podia darle alcance, se fué sobre una goleta que iba entrando a Mejillones, i esto permitió que, el Rimac con su gloriosa carga no fuese avistado por él, i que pudiese llegar al dia siguiente a las dos de la tarde al puerto de Antofagasta. 
 
Tanto el pueblo como el ejército se preparaban a recibir como merecía a su verdadero salvador, pues todos comprendían que sin la hazaña de la Covadonga habríamos visto quizás a este floreciente puerto convertido en cenizas i a una inmensa cantidad de jente en medio del desierto sin el principal elemento de la existencia, el agua. 
 
La guardia nacional por su parte solicitaba ser la que hiciese los honores a los ilustres marinos. 
 
Cuando la victoriosa goleta estaba a la vista la multitud se agrupaba en el malecón, las bandas de música hacían oír las entusiastas notas del himno nacional, i en todos los semblantes se notaba el contento i la satisfacción.
 
El comandante i oficialidad del batallón número 2 de guardias nacionales i otros patriotas se embarcaban en botes para salir a su encuentro. 
 
Una vez llegada esta comitiva al costado de la Covadonga, el primer oficial que se presentó fué el teniente Orella, que fué vivado por todos, a lo cual el modesto oficial con su voz bronca contestaba con un ¡viva el comandante Condell! aclamación que fué contestada por unanimidad, llegando estos entusiastas ecos a conmover a la multitud de tierra. 
 
A bordo, como se comprenderá, todos solicitaban noticias del combate, i los oficiales llenos de fuego patriótico, daban detalles del sublime drama que pasará a la posteridad como hazaña sin igual. 
 
Al ser felicitado el comandante Condell por el comandante del número 2 don Matías Rojas, contestó de la siguiente manera: «no he hecho otra cosa que cumplir con mi deber, lo que usted i todo chileno haria en mi lugar,» palabras que revelaban su gran modestia i su verdadero patriotismo. 
 
El pequeño esquife se presentaba con sus costados ennegrecidos con el humo i la pólvora del combate, con las señales visibles de las balas que lo habían horadado, con sus mástiles casi desprendidos de su base, i los visitantes no podían sino quedar asombrados de que tan pequeña embarcación, con cañones de tan poco calibre i con una reducida tripulación, hubiese podido, no diremos batirse con el gran blindado Independencia, sino por medio de la pericía i de la intelijencia hundirlo en el Océano, para oprobio de la marina peruana i gloria de la nuestra. 
 
Nunca nos parece podrán olvidar los marinos de la Covadonga las manifestaciones de cariño, respeto i admiración que les tributaron los primeros que tuvieron el honor de felicitarlos, como asi mismo la ovación que a los pocos dias recibieron del pueblo de Antofagasta. 
 
El comandante Condell no pudiendo dejar su buque en ese dia, ocupado en continuar las reparaciones de sus averías i el arreglo de sus cañones, que bien podían necesitarse desde que era probable que el Huáscar pudiese presentarse en la bahía, no pudo desembarcar esa tarde dejando asi sin satisfacer al inmenso jentío que estaba ansioso de aclamarlo como su salvador. 
 
Las zozobras i cuidados por que habia tenido que pasar para conservar tan preciosa reliquia, no habían terminado. En la noche un temporal de viento hizo garrear sus anclas i el buque con su maquinaria en mal estado, fué arrastrado fuera de la bahía. 
 
No faltaron en ese momento patriotas que, embarcándose en un remolcador, fueran en su auxilio, i al amanecer la Covadonga atravesando la barra venia a fondear en la poza, a poca distancia de tierra. 
 
El Huáscar al aclarar el dia se presentaba en el horizonte i daba caza al Itata, por el lado Sur de la bahia, perdiéndose de nuestra vista. 
 
Convenciéndose de que no podía alcanzarlo, a las 10 del dia aparecía nuevamente i se dirijia lijeramente en persecución del Rimac que emprendía su retirada a toda máquina por la punta Tetas. 
 
Encontrándose ya en la mitad de la bahia, la Covadonga, que, pudo el dia antes ser su víctima, disparó todos sus cañones sobre el buque enemigo, el cual detuvo por un momento su marcha como dudando de la dirección que debia llevar. Estos minutos quizás contribuyeron a que el Rimac tomase mayor distancia i que a pesar de que el Huáscar lo cañoneaba no pudiese ser presa del blindado. 
 
El Huáscar volvió a la bahia como a las tres de la tarde, i principió el combate con los fuertes de la plaza i con la Covadonga, combate que ha sido ya perfectamente descrito i que todo el mundo conoce. 
 
Después de la desaliñada relación que terminamos, creemos dejar manifestado a quién se debe de una manera poderosa la salvación de la gloriosa goleta, que es i ha sido nuestro orgullo; i que hoi, por razones que no alcanzamos a comprender, yace sepultada en el Océano por un acto de alevosia peruana, la cual debíamos conservar como la mas preciosa reliquia. 
 
RAMIRO MARTOS. 
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LA SALVACIÓN DE LA «COVADONGA.» 
 
He leído con bastante ínteres la relación que el señor Martos hace sobre la Covadonga, en el diario de hoi, dando a conocer al público hechos que se ignoraban. 
 
Bajo todo punto de vista es interesante dicha relación i una vez mas se nos muestra orgulloso el nombre del simpático e intelijente capitán Stewart, de quien tenemos agradables recuerdos. 
 
Ya que el señor Martos ha comenzado, yo seguiré su rumbo, con el fin de dar al público lo que no sé por qué se ha dejado en privado, me atrevo a creer que maliciosamente, pero no lo aseguro. 
 
Después del glorioso combate de Iquique, la Covadonga, se retiró a Tocopilla, entiendo que andando una i media millas por hora, por las graves averias que en dicho combate sacara. 
 
La simpática goleta con su heroica tripulación trabajaban con tesón en las bombas, i a la vista de Tocopilla creyeron sus valientes defensores que se hundirían en el Océano, porque se hallaban impotentes para el enorme trabajo de las bombas, que creo eran apenas suficientes para medio estraer el agua que el buque hacia en abundancia. 
 
Allí fué donde encontró su salvación la Govadonga... Tocopilla fué su asilo, i su hado nuestro amigo el intrépido «alférez don Alonso Toro Herrera,» hoi capitán i en Arequipa. 
 
Alonso Toro, al saber que se avistaba un buque i que se alarmaba la jente de Tocopilla, no obstante el ruego de sus muchos amigos, tomó un bote i se largó mar afuera en reconocimiento, sin saber si eran amigos o enemigos. 
 
Al acercarse al buque, teniendo conocimiento del gran hecho de armas del 21 de Mayo, del gravísimo estado de la goleta, del sufrimiento de la tripulación i de las palabras del bravo comandante Condell, «sálvenos, que nos vamos a pique,» etc, etc, el intrépido Alonso Toro viró a tierra sin escalar el buque i con su osadía entusiasmó la población i en poco rato juntó la suficiente jente i la tuvo lista cuando arribó la Covadonga que al echar sus anclas pudo descansar su fatigada tripulación siendo reemplazada por la de tierra, i salvarse buque i jente. 
 
En Tocopilla encontró su salvación la goleta i a don Alonso Toro Herrera se le debe dicha salvación. Este hecho, conocido de todos privadamente, no sé porqué no se dio a conocer en los partes oficiales de los jefes respectivos; pero ya que ha llegado la ocasión, haré conocer en público lo que hacia privadamente por mi parte; pero creo mejor que todos lo sepan de capitán a paje i se reparta la justicia en debida forma. 
 
Santiago, Noviembre 20 de 1883. 
 
CARLOS F. SOUPER.
 
Fuente: Ahumada Moreno, Pascual, Guerra del Pacífico: recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia Tomo I, Imprenta del Progreso, Antigua Seccion de Obras i Encuadernacion del Mercurio, Valparaiso, 1884, P. 341.
 

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